El león del desierto by Barbara Faith

El león del desierto by Barbara Faith

autor:Barbara Faith
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Romántico, Novela
publicado: 2016-06-12T22:00:00+00:00


CAPITULO 4

ESCUCHARON los disparos antes de llegar al campamento.

-¡Los atacan! -gritó Hussein espoleando su camello. Pero por rápido que fuera, Karim lo adelantó arma en mano dispuesto a luchar. El campamento estaba prácticamente desprotegido. Hussein había dejado sólo a los más ancianos y a los niños en el lugar cuando partieron esa misma mañana. Las mujeres estaban indefensas. Diane también. Por Alá, ¿los habría encontrado Ben Zaidi? ¿Eran sus hombres los que atacaban?, se preguntaba Karim.

Los invasores del campamento atacaban desde todas partes, disparando sus armas, blandiendo sus sables. Las mujeres gritaban y los niños lloraban. Ismail fue derribado, luego Omar. Un guerrero dirigía su camello a galope hacia Karim con la espada en alto, dispuesto a atacar. Karim desvió el golpe, se volvió y eliminó a su atacante de un disparo.

El polvo levantado por las monturas casi los cegaba. Los disparos los ensordecían. Los heridos y moribundos gritaban, los hombres maldecían, los camellos gruñían y escupían en protesta. Y aun cuando Karim luchó codo a codo con Hussein y sus hombres, aun cuando disparó una y otra vez, su mente sólo pensaba en Diane. "Que esté a salvo", oraba. Vio a una mujer tirada boca abajo sobre la arena y su corazón se detuvo, horrorizado.

Zohra corría hacia la mujer caída y Karim se acercó apresurado.

-¡Diane! -gritó-. ¿En dónde está Diane?

-Un hombre se la llevó. Ella trató de escapar pero el hombre la persiguió y se la llevó hacia el sur.

-Tengo que ir por ella -le indicó Karim, volviéndose-. Informa a Hussein.

Ameen los había encontrado. ¡Tenía a Diane!

-¡Yallah! ¡Yallah! -gritó al espolear su camello. La única idea en su mente era alcanzar al hombre que se había llevado a Diane.

Se decía que nunca hubiera debido dejarla sola, que mataría al hombre que la tenía en su poder, que jamás volvería a abandonarla.

Lágrimas ardían en sus ojos. Se dijo que era por el viento, pero sabía que lloraba de furia y temor. Corría como un desesperado con la vista fija en el lejano horizonte, orando para que fuera en la dirección correcta. Al sur. Zohra le había dicho que fuera al sur.

Vio algo delante de él sobre la arena, detuvo su montura y descendió para recoger una de las sandalias que usaba Diane.

Continuó la marcha, rogando a Alá que le permitiera encontrarla. Transcurrió una hora. Estaba frenético de preocupación. Tenía el rostro tenso y un nudo de temor en el estómago como jamás había sentido. Llegó a la cima de una duna y desde allí, a poco más de un kilómetro, vio un pequeño oasis y un camello.

Un sollozo escapó de su garganta. La había encontrado. Rezó para que no fuera demasiado tarde.

Hadj tiró de Diane para bajarla del camello. Ella se resistió y trató de darle una patada. El hombre se rió y la atrajo con fuerza hacia él tomándola del cabello con una mano. La obligó a volverse y, sin soltarla, la besó. Cuando ella trató de morderlo, volvió a reír, la levantó en sus brazos y la llevó a la sombra de las palmeras.



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